Un día cualquiera

Vives en tu silencio, en tu mirada, te miras al espejo y no te reconoces ni reconoces el lugar en el que estas, sigues con esa manía de desadaptado a pesar de estar donde quieres, quizá no como quieres pero es a donde querías llegar. Recorres esta Facultad y sientes casi un amor inenarrable por cada uno de sus pasillos, de sus puertas, de la gente que te saluda y reconoce en ti un estudiante de medicina, privilegiado pensaran unos, unos que eran como tu antes de ponerte el uniforme, de aprender las nociones básicas del funcionamiento biológico humano, y aún así te pesa en cierta forma el privilegio, el uniforme, la mirada complaciente de la calle que reconoce en ti a alguien que escogió esa dura carrera. Y día tras día agradeces el poder estar aquí a la par que te preguntas por qué estás aquí a parte de tu deseo de saber, de ayudar, de ser útil, ese algo más profundo que no puedes descifrar ni encontrar en un libro de anatomía o mucho menos de psiquiatría, ves a tus compañeros felices; sonriendo, estresándose, construyendo sus carreras al igual que tú y sin embargo no son igual que tú, no llevan ese pequeño quiste que opaca tu mirada, que sabe cuánto herirá profundamente el primer muerto, las lágrimas de las madres sobre tus hombros, el primer escalpelo en tus manos, sí que amas la medicina y ese amor te construye y te destruye al mismo tiempo.

Cada noche llegas a tu cuarto, ese cuarto baldío de rugosas paredes blancas y te tiras en tu cama, miras ese techo aún más blanco y suspiras, esto es medicina, esto es lo que te apasiona, lo que te mueve, por esto vives o sino quizá ya estarías muerto o convertido en un autómata, que al fin y al cabo viene siendo lo mismo, te desvistes con cuidado, lavas el uniforme y te dispones a estudiar, pero antes hay un preámbulo, cada noche, cada dia,desde el primer semestre, es ese mismo suspiro, esa misma pesadez que llevas desde tu infancia, vuelve y aparece, escribes un poco porque sabes que lo alivia un poco y puedes continuar pero cada vez te asfixia más y más. Acaba la jornada de estudio y te recuestas en la cama; en la mesa morías de sueño, en la cama te mueres de insomnio. Empiezas a fantasear, a imaginar múltiples escenarios y a jugar con las posibilidades, unas buenas y otras no tanto, así poco a poco tus ojos y tu cuerpo empiezan a adormecerse hasta por fin lograr un sueño muy leve. Suena la alarma, empiezas con otro nuevo día de tu formación médica, te aseas, te pones presentable para la jornada que empieza, empacas tus libros, tu bata y sales dispuesto a que sea un buen día, un buen día para ti, porque te sientes arto de tener tantos días malos, porque consientes que tu pasado debe estar allí y solo tiene que ser recordado para saber a donde no quieres volver, porque sabes que amas la medicina y porque sabes desde muy adentro de tu corazón que tu mereces algo mejor antes de morir.

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