La maniobra del arlequín



El ruido de trompetas anuncia su obra entre aplausos y miradas refulgentes que esperan el show; él se acomoda sus grandes zapatones y observa por última vez al espejo su sonrisa dibujada con oleos que le dan ese aire eufórico a pesar de estar serio, sus ropas parcheadas multicolores lo describen alegre y las alisa con sus manos enguantadas de seda blanca antes de dar el primer paso hacia el frente. Gritos, silbidos, sonrisas infantiles lo reciben aplaudiendo y humillándolo con aforismos vulgares de los hombres más corrientes, que empiece la función; malabares y un soliloquio rebosante de idioteces, chistes y anécdotas sin sentido que entretienen al público, él no piensa en el momento, sabe que no debe hacerlo, sabe que su rey se divierte al igual que los jóvenes príncipes y de eso depende su vida. El público se harta y tras media hora de basura graciosa solicitan su retirada. En el camerino limpia su maquillaje y observa como a medias de este proceso su rostro parece una cruel caricatura de lo que es su vida, tristeza alegría y muerte, sus ojos parecen ser lo único que lo hacen particular pero en esos nadie se fija, su sonrisa grandiosa los opaca y nadie nota cuanta melancolía los llena. Se retira sus ropas, desnudo frente al espejo se observa menudo, caquéctico y se acaricia el pecho, el abdomen llegando a su sexo falaz; cae de rodillas y se pone a llorar. El arlequín recuerda su infancia, sus juegos y sobre todo la recuerda a ella. Viste su ropa de diario y sale a la misma cámara en la que estuvo antes, pasa inadvertido, resulta sucio y despreciable, la gente lo mira, se aleja, se pregunta por qué está ahí mientras él cabizbajo simplemente se retira a sus aposentos, un cuarto sucio y maloliente para nada acogedor. Se sirve un vaso de vino, enciende su cigarrillo mientras alista el papel y la pluma como cada noche, escribe unas líneas que lee en silencio y se acuesta a dormir.
“La debacle de mi maniobra radica en el gusto de la mentira que he creado, amar a la vida mientras me acuesto con la desdicha. Las mismas manos que me disfrazan de gloria sujetan el puñal que me da muerte.”

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