¿Por que esta sucia la bata?

¿Acaso tu frente pura tiene que ajarse en esta vida amarga, las preocupaciones
turbar los llantos de tus ojos color cielo
y la sombra del ciprés dispersar las rosas de tu cara?
¡No ocurrirá! te llevaré conmigo a las tierras celestes”
Artur Rimbaud
Has nacido en la crepitación del mundo más bello y despiadado, consumando tu alma a una quimera que renace del sueño y la ilusión nefasta de sentir la vida en su fulgor, en el halito inconsumable de tus poesías. En tus pies descalzos  las llagas te recuerdan tu camino y te resienten poco a poco contra el vulgo, contra el mundo y contra ti mismo haciendo de conceptos eufemismos que desnudas y encaras sin temor. Has visto morir quereres desecados que ensombrecen tu mirada y la enlutan haciéndola fría y despiadada, caminas sintiendo bastante, demostrando poco, resguardando tus valías; consintiendo tus demonios.
En la más oscura soledad la misantropía crece poco a poco y cierto asco invade los sentidos, una rara contraparte de la inmensa admiración que generan ciertas cosas tan simples como magnánimas; el caer de la ceniza, el rocío matutino chocando contra tu nariz, esa dulce sensación del roce de su lengua con la tuya, la capacidad imaginativa de liquidar lo iliquidable, lo que las normas no te permite realizar materialmente. 
Así se va escribiendo tu vida, en cada segundo, en cada silencio y en cada letra que suspira, en cada deseo socavado por la duda y el temor, en cada supurante herida pueril que parece no sanar y en el adquirir un conocimiento que no consuela. Forjas frases que no cesan de recordarte quien eres, o al menos una noción aproximativa, ves la muerte idealizada y pulcra en el lecho nupcial esperándote paciente y te preparas para llegar conforme, puntual, cuando lo decidas.
Ya no hay porque llorar, en las catacumbas de tu mente yace el sepulcro familiar y charlas noche a noche con las ánimas de tus seres queridos, te recuerdan de donde vienen, como crecieron y como murieron por ti, su idioma es el lamento y la nostalgia. Sus gestos agónicos y despiadados crean la psicosis  con todo lo real, ver imágenes maternas moribundas, amigos que suplican tu ayuda estando en mutualismo con sus gusanos, las musas desfiguradas que gotean sangre de lo que fueron sus hermosos labios hoy ya pálidos y agrietados. ¿Es la realidad? ¿Un sueño en un sueño, Poe? Es esta existencia sin sentido que se impone. Y en medio de ese ambiente sombrío camina una pequeña niña vestida en harapos que con sus famélicos bracitos tira de mi bata clamando mi nombre con su voz aguda y acezante, sus ojos color cielo realzan e iluminan mi mirada, la humedecen, la reviven; y en ese escenario fúnebre y grotesco, con la voz entrecortada, solo me atrevo a responder ¡Oh pequeña, llévame contigo!

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