Sin sentido



Opaco está el cielo hoy, me levanto con la mirada vacía y  un buenos días que no pronuncio pero que sale de mi cuerpo por la ventana y se pierde en las montañas del paisaje. Sin sentido, dos palabras, que con suave voz destajan cada vaso sanguíneo de mi cuerpo explayando sangre en todo el piso. Pero no he muerto, pero no he muerto.
Mucho tiempo ha pasado desde que nos besamos, pero no fue con frenesí, fue más bien de manera paciente, calmada.Un beso delicado, un beso que intentaba registrar cada detalle de sus labios, cada roce de su lengua. Nos deteníamos y sonreíamos, su mirada brillaba; nos sabíamos queridos. El fantasma de la duda desaparece y eso se llama paz, se llama calma, se llama plenitud. Mi mano acariciaba su rostro y mi cerebro solo sentía mientras el silencio fue nuestro sepulcro  hasta que en el éxtasis de aquellos actos   mi pecho henchido de amor se encendió e instantáneamente su mirada se nubló y su cuerpo se  deshizo entre mis dedos cual fantasma al aproximarse el alba; no entiendo, se ha ido, no lloro. Recuerdo sus finos labios enrojecidos por el beso, aprieto en mis manos el manto que la cubría y lo guardo como tesoro contra mi pecho hasta quedar dormido.
Hoy la luz del día ha entrado por mi ventana iluminando aquel sueño, sin beso y sin manto, sin sueño y sin paz   ¡Pero no muero, pero no muero!




























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