Proxima estación



7:22 pm de un dia cualquiera en Bogotá hace algunos años.

Se acerca la hora de la próxima clase,  aprovecho para fumarme un cigarrillo y beber algo caliente, el frio de esta ciudad cala hasta los huesos y los amigos se han ido al baño. La plaza está sola, bueno, relativamente sola, solo se ven algunas cuantas figuras humanas escondiéndose en sus abrigos en un intento de protegerse de este clima que agarrota. Pasa una pareja tomados de la mano, pasa un profesor con un libro cualquiera en la mano, pasa un rasta joven a paso lento. Bebo otro sorbo. Llega mi amiga e inicia la conversación, temas académicos claro, con este frio no se puede hablar de cosas más trascendentales, al menos no sin algo de alcohol que amenice ese tipo de conversaciones. Hoy mi ánimo está en pausa, es decir, es uno de esos días en los que no sé si estoy triste, deprimido, alegre, algo así como un estado neutral, ya casi nada me sorprende, ya casi nada me conmueve, excepto algo; Las miradas. He adquirido la costumbre o maña de tratar de descifrar miradas, de leerlas, de interpretarlas, creo una historia a partir de un gesto, de algún parpadeo que parezca más lento que otro. Por ejemplo, mi amiga llega con ademanes y una sonrisa de par en par saludándome extrovertidamente, pregunta que tal la clase, me abraza, dice alegrarse de verme, cosas de ese tipo. Pero la conozco hace más de un año, en su mirada el brillo habitual esta disminuido, sus parpados inferiores un poco hinchados, no puedo decir que estuviera llorando pero sí que está bajo presión por algo. Sus ojos me dicen que pregunte sin preguntar, que interprete y lleve la conversación hasta ese punto donde el lenguaje convencional de las relaciones superfluas deja caer su túnica y se desnuda dando paso al lenguaje de su alma, con las palabras correctas para direccionar la confianza al punto en el que el miedo huye cobardemente y solo la sinceridad florece hermosa y poderosa. Pero claro, eso no será inmediatamente, regresamos a clase hasta que finaliza y nos disponemos a coger el transporte urbano en el que compartimos la misma ruta. Nos sentamos juntos, la abrazo, comienza un dialogo más ameno que interrumpimos con risas fruto de la crítica de los otros y sus particularidades. Ey, tú, muéstrame tu alma, deja que tus ojos hablen, cierra la boca, mírame y lo entenderé todo; tu familia te pesa, tus sueños, ya sabemos los dos que no estamos donde queremos, pero que llegaremos, que trabajamos por ello, ella sonríe pero podría atrapar con mis manos el nudo que se le atora en su garganta con mi mirada interrogante, se humedecen sus ojos y me dice que no la mire asi, es obvio, descubrirse frágil no es algo que se acepte fácil, tranquila, yo lo entiendo. Nos abrazamos y viene un silencio hermoso en medio de la bulla delos otros y la voz automatizada que dice <<Próxima estación…>> -
-¿Cuál es nuestra próxima estación mujer?
– Nuestros sueños por supuesto Cami.

Sonrío, se me hace un nudo en la garganta, el explorador ha sido descubierto, la aprieto con mi brazo que la rodea, tomo esos dos masas deformes de nuestras gargantas y las arrojo por la ventana. Que vayan a joder a otros, nosotros no queremos nudos, nuestro lenguaje no nos lo permite.

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