Prestigioso médico asesina a su esposa


En la noche solo se escuchaba el maullar de su gato como un quejido doloroso que pedía ayuda, nada más en ese cuarto solitario en el que a la luz de una vela una sombra engrandecida se apoderaba de la sala hasta fundirse con la negra oscuridad del fondo. Era la sombra del señor M*** quien permanecía inerte esparcido en su sillón con su gato y un grueso libro abierto en su regazo. Hace unas pocas horas meditaba lacónico respecto a lo que había sido su vida hasta ese preciso momento; recordada cada nombre y cada situación en la que se había visto envuelto a lo largo de sus 45 años de vida y algo le molestaba. A pesar de ser un reconocido doctor no se sentía conforme, vivía en una de las casas más grandes y costosas junto a su esposa Margaret a quien había conocido hace ya 18 años y quien por casi los mismos años había considerado el amor de su vida. pero fue hasta ese día cuando sin querer y revisando en su biblioteca abrió un viejo libro escrito por él en su juventud del cual cayo silenciosamente una postal junto con una fotografía; era una mujer de test blanca y fina cabellera negra quien sonreía plácidamente, al respaldo de la postal se leía una nota: “ Por siempre”.  Como si estas palabras conjuraran a todos los demonios del infierno más profundo o como si un mismísimo rayo de Zeus cayera y revolcara su memoria trayendo al presente cosas que parecían ya olvidadas recordó aquel rostro y su trágica historia <<¡¿Por qué?! ¿¡Por qué vienes de vuelta mí?!>> gritaba colérico con lágrimas en los ojos.
Ante tal bullicio acudió Margaret a ver que le había sucedido a su marido del cual ya estaba acostumbrada a que se encerrara largas horas en su biblioteca olvidándola por completo. Pero esta vez era diferente, nunca le habían sucedido un ataque de ira y desespero como estos, en los que se oyeran gritos y golpes de trastos contra las paredes, casi siempre su marido apaciguaba su genio en la inescrutable profundidad de sus meditaciones o al ritmo de una triste melodía. Al llamar a la puerta no hubo respuesta ni mucho menos tras la súplica de la mujer a su esposo para ayudarle en lo que fuera necesario -¡Déjame solo! -Fue la única respuesta que recibió desde adentro. Hasta que por fin al llegar la noche ceso la violencia dejándose caer cansado en su sillón, reflexionando, repitiendo una vez más la historia vivida con aquella mujer hasta quedarse dormido leyendo la novela que había escrito en honor a ella y que relataba entre metáforas y analogías de la vida real como había sido su amor de Juventud con Julieth Ross, la mujer de la foto.

A eso de la media noche, un maullido más agudo que cualquiera que se hubiese escuchado en la ciudad retumbo en las cuatro paredes de la biblioteca despertándolo alterado. Cuando abrió los ojos vio a su Gato sentado frente a él mirándolo fijamente. << ¿Qué haces ahí maldito gato? >> pregunto el Señor M¨***. Varias fueron las palabras que  utilizó para intentar disuadir a su animal para que se retirase pero solo pareció inmutarse cuando amenazo con darle muerte; las pupilas grisáceas del negro animal se tornaron blancas como la más limpia luna y su figura se deformo en el aire como si su composición fuera gaseosa. El Sr M*** Aterrado y temeroso intento hundirse en su sillón encontrándose forzosamente con el espaldar viendo como la masa gaseosa que se hallaba ante si jugueteaba por toda la biblioteca e iba adquiriendo facciones humanas, de mujer, de Julieth Ross. Aquella difusa forma se acercaba lentamente a la par que pronunciaba con aguda y dulce voz:
  “He conocido los brazos de la muerte y no son tan cálidos como los tuyos, he besado sus labios y solo saben a la hiel más amarga, su sexo me lastima y sus palabras son frías como los más recónditos hielos de Groenlandia, pero he venido por ti, sé que no eres feliz, sé que anhelas mi amor y deseas unirte a mí, pero antes de eso deberás sacrificar a quien más quieres en este mundo como yo sacrifique por ti el día de mi muerte. Mírame bien M*** y reconoce a tu único amor, reconoce a quien tus palabras fueron dedicadas con el amor inenarrable propio de los Dioses, ellos nos ha permitido estar juntos de nuevo, ven a mí.”
Sonaron las campanas de la catedral en la plaza central y el Sr. M*** despertó y vio a su gato enrollado dormitando en sus piernas. Apartándolo de un solo golpe le maldijo mientras el pobre animal Salió huyendo trepando por los muebles de la habitación hasta alcanzar la ventana de la parte superior. Confundido, no sabía que era lo que había acabado de pasar, camino en círculos tratando de aclarar un poco su mente para así poder discernir la realidad de lo que no lo era, hasta que en uno de sus pasos diviso en el suelo la foto que había hallado aquella tarde y supo que no había sido un simple sueño brindándole la confianza para la decisión que tomó. Se acercó al escritorio y del cajón más bajo del lado derecho saco su revólver y se dispuso a cargarlo con dos balas. Imaginó que su esposa estaría durmiendo en la habitación pero cuando abrió la puerta de la biblioteca la halló sentada con una bandeja de comida, probablemente la pobre señora estaría allí esperando a que le abriese y se quedaría dormida. Mr. M** la miro por unos instantes y dudo del acto al ver aquel rostro que por tantos años lo había acompañado, pero cuando de repente Margaret empezaba a despertar él no pudo soportar la idea de mirarla a los ojos y empuñando su revolver lo apunto directo a la frente de su esposa y lo detono sin demora alguna, de vuelta en su sillón  con el gato entre las piernas de nuevo, como se había hallado el cadáver, llevó el cañón hacia su boca finalizando así con su vida. Esto no antes sin decidirse a relatar lo sucedido en una carta para su mejor amigo de quien afirma conoce  la historia y pidió que cuya novela que relataba al detalle como había conocido a Julieth y como había sido su fin fuera dada a conocer al público. Este documento permanece actualmente en manos de la fiscalía quien lleva la investigación del caso y será quien decida si el material se hace o no público.

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