Miguel ya no quiere nada
Miguel ya no quiere nada, cree en poco, se siente solo y desearía ser un organismo menos complejo; a veces la capacidad de razonar le pesa más que cualquier material denso que se posara sobre su espalda. Confunde el camino a seguir, su dedicación se infecta de su pesimismo y la hace flaquear. El sin sentido de su vida estriba en la incomprensión de su misma capacidad mental, no sentirse par de sus “iguales”, y la búsqueda de respuestas desde un punto de vista materialista por un método científico le parece insatisfactoria. A Miguel lo único que lo hace sentir pleno es ver la mirada ilusoria y llena de esperanza de su madre, bellos ojos color miel, fuente perenne de excelsos afectos; es lo único que lo detiene a la hora de tomar una decisión.
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