Divagación
Hoy he caminado sin rumbo bajo ese sol inclemente, no he querido llegar a casa, un caluroso atardecer reafirma mi síntoma; cada vez más y más errante de promesas, de pesquisas del porqué del devenir ¿Acaso, esa no es la esencia de la razón? Flaqueo en la curva angulada de la noche, allí donde se vence el sueño pero queda latente un estado aletargado de las funciones mentales. Así no se puede leer, así no se puede más que pensar (divagar) y si hay algo que fumar, pues fumar. Y si hay algo conque escribir, pues escribir. Pero esta noche es distinta, siento este silencio de una manera diferente.
Silencio; ese en el que nos hemos construido, donde solo tu voz lo rompe construyendo frases que te liberan de demonios que no puedes controlar, que no puedo asfixiar definitivamente, ese silencio histórico, tan memorable, el que te trae a tu gente en imágenes mentales que somatizan sensaciones, el silencio de tus lágrimas y tus sonrisas, de tu felicidad, de tus pasiones y de los juicios a ti mismo. Al final solo queda un solemne silencio.
El día muere, su cotidianidad se acaba cuando la oscuridad nos indica a los hombres que hemos de morir de ensoñación hasta renacer a nuestra injustificada existencia biológica. Que denso es este silencio, hay noches como esta en que todo el mundo me cae encima y comprime poco a poco todas mis vertebras hasta aplastarme y pulverizarme. Fue en una noche de estas en la que sentí por vez primera la tristeza de mis vacíos, la tristeza de la cual en ese instante no concebía motivo alguno; la tristeza que no describieron mis palabras por mi incapacidad de autopensarme individuo. Esta se aglomeraba con un sinfín de intermitentes y dolorosas pulsaciones en mi pecho que me mostraban fríamente la vacuidad y banalidad de la vida que llevaba. Entonces el espejo me revelo lo evidente; La construcción de un Yo que nunca daría respuestas completas.
Silencio; ese en el que nos hemos construido, donde solo tu voz lo rompe construyendo frases que te liberan de demonios que no puedes controlar, que no puedo asfixiar definitivamente, ese silencio histórico, tan memorable, el que te trae a tu gente en imágenes mentales que somatizan sensaciones, el silencio de tus lágrimas y tus sonrisas, de tu felicidad, de tus pasiones y de los juicios a ti mismo. Al final solo queda un solemne silencio.
El día muere, su cotidianidad se acaba cuando la oscuridad nos indica a los hombres que hemos de morir de ensoñación hasta renacer a nuestra injustificada existencia biológica. Que denso es este silencio, hay noches como esta en que todo el mundo me cae encima y comprime poco a poco todas mis vertebras hasta aplastarme y pulverizarme. Fue en una noche de estas en la que sentí por vez primera la tristeza de mis vacíos, la tristeza de la cual en ese instante no concebía motivo alguno; la tristeza que no describieron mis palabras por mi incapacidad de autopensarme individuo. Esta se aglomeraba con un sinfín de intermitentes y dolorosas pulsaciones en mi pecho que me mostraban fríamente la vacuidad y banalidad de la vida que llevaba. Entonces el espejo me revelo lo evidente; La construcción de un Yo que nunca daría respuestas completas.
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