Ansias
En el silencioso alba mi cuerpo
sudoroso despierta estremecido tras revivir el mismo sueño, la misma imagen, la
misma pregunta “¿Dónde…?”
Una silueta sepia que me mira fijamente
Rutina trituradora de mis sueños
Labios húmedos que se burlan de mi sed
Contoneos melifluos que despiertan mis
sentidos
Siempre el mismo escenario;
mujer hermosa, loba locuaz acezante de mi deseo, vigía de mis noches de
infierno. Se acerca a mí y ríe cruel con sus piernas bien juntas mientras yo la
miro desde lejos con mis brazos estirados queriendo tomar lo que me será vedado
al despertar:
La miel de su saliva
El agridulce de su sexo
La paz de sus palabras
Mi prolija expectativa al no saberla mía al
despertar.
Entonces el día se hace sombrío
con una atmosfera viciada que me susurra mis promesas a Caronte. Y con el
nerviosismo propio de las victimas me
confieso:
A la vida culpable de escupirla si me niega
tu presencia.
Fiel amante de la muerte y clamar su ayuda
en ocasiones.
Al cielo por traer tu imagen enferma cada
noche.
Al Dios de los Dioses por transfigurarte de
idea a carne, hiel y sangre.
Confieso en medio de este humo que me cubre que te he esperado cada noche, en cada sueño, en cada acto,
en el silencioso alba en el que mi cuerpo sudoroso despierta estremecido tras
revivir el mismo sueño, la misma imagen, es entonces cuando vuelvo a hacerme la
misma pregunta “¿Dónde estás para sedar mi sufrimiento?”
Concédele a tu fría alma calor desde tus ventrículos, que nadie se apodere de todo el delirio que domina tu cerebro ni de la sed de acompañar la soledad aparentemente oscura; tienes luz propia, que esa bata blanca no se convierta en la sombra del viento.
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