Violeta
He cultivado y amado a Violeta, cada mañana la dejo sobre el borde
de la cama para que desde la ventana el sol la bañe y ella pueda echar un
vistazo al mundo y maravillarse en todo su esplendor. Eso me dio alguna ocupación
cuando llegaba a mi habitación llegando a pasar incontables horas enseñándole a
pensar, a comunicarse, a percibir. La semana pasada enfermó y sus hojas empezaron
a tornarse amarillentas y sus pétalos de un tono ocre borrando su tonalidad característica ¿Acaso yo que sé de cómo curar una planta? ¿Acaso que sé de cómo
curar realmente a alguien? Solicite ayuda a un botánico y con algunos cuidados
especiales mi bella planta se recuperó.
La cuide, la protegí, la hidraté. Decidí que Violeta tenía que saber bailar así
que todos los días le ponía música recién me levantaba y antes de dormir, le
enseñe a hablar, bueno, más bien a comunicarse conmigo, entre ella y yo había
telequinesis; yo la observaba diciéndole como debía mover cada uno de sus pétalos
al compás de la música que sonara, pero ella me miraba extrañada y permanecía inamovible
con su mirada escéptica, trataba de explicarle que es necesario que se moviera
para que fortaleciera sus partes y adquiriera habilidad pero a ella no le gusta
bailar, me dice que a ella lo que le gusta es mirar por la ventana a esa gente tan
extraña que pasa y parece tan ataviada, que por favor por mucho afán con el que
me despierte nunca se me olvide acercarla a la ventana porque eso la hace muy
feliz. Ella me corrige cuando algo está
mal y no le gusta que lleve invitados a la casa porque ellos no la escuchan y
la ignoran, la manosean y la desechan a su antojo después de haberla observado
demasiado rápido como para descubrir la particularidad en la que nos hallamos los
dos estando medio muertos, estando tan juntos y tan lejos, ella allí
en su estancia tan introspectiva, Violeta se entristece con mi tristeza,
sonríe con mi sonrisa y dice que le gusta cuando mis ojos se iluminan de
felicidad y la música asciende con nuestro animo a tal grado de efervescencia
que ella se une a mí y danzamos los dos enardecidos moviéndonos en círculos por
todo el cuarto; risas, saltos, gritos, puños, respiraciones agitadas y el sudor
que cae por mi frente al recipiente que la sostiene y la alimenta mientras crece
y sus pétalos se despliegan en mi cama complacidos y tan libres ¿Qué se siente
ser humano, que significa? Me pregunta y callo. “El enigma y el espejo” ¿Acaso
mi planta es aquel ángel de un libro viejo? -¿Por qué preguntas eso? El piso
nos recibe “No lo sé”. Ella dejo de hablarme por varios dias y tan solo me pidió que la dejara
siempre en la ventana, y allí permaneció tan lejana a tal punto que creí nunca volvería
a comunicarse conmigo mientras que yo le prestaba los mismos cuidados y atenciones.
Pero hoy fue diferente, cuando llegue
sus suaves pétalos estaban inundados de lágrimas y me pidió con voz queda:
“Es hora de irme, he aprendido lo que debía
aprender
y he sentido lo que debía sentir, por favor
ayúdame”
Sin demora ni reproche alguno la tome suavemente y
la acaricie por última vez con la suavidad y firmeza necesaria para
transmitirle cuanto sentí por ella, los pulpejos de mis dedos acariciaron una
vez más sus partes más sensibles hasta que empuñe su tallo y la arranque de un
solo tajo de la tierra negra que contenía sus raíces, la mire allí tendida en
mi cama y lo supe “El enigma y el espejo”. En una cajita de madera deposite
cada uno de sus pétalos y pedacitos descuartizados para al fin dejarlos sobre
el escritorio y así cada mañana, cada día, danzando y mirando por la ventana, el
aroma de sus preguntas inundara mi estancia.
Me parece increíble que nadie haya comentado esta entrada, se me hizo muy linda está narración. Y la canción mejora la situación
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