Intermitencias y silencio
Sujetando fuerte
un escudo de mimbre que no protege y una espada de cartón que se dobla al
ataque, soy vencido. Soy vencido en esa lucha de querer aparentar felicidad, en
el intermitente refulgir de mis estados de alegría veo como la aceptación
social depende en gran parte del entretenimiento que uno le brinda a los demás,
sea con historias, con sonrisas, o con una simple compañía. Pero entonces, cuando
estoy acompañado y empiezo a reflexionar sobre las razones de mi presencia y lo
que me ofrecen y lo que ofrezco hay un desequilibrio cuando noto lo mucho que
me ofrecen y el poco regocijo que yo logro brindarles, no por ausencia, el
punto es más bien que decide valorar el Ser Humano. Al parecer mis reducidas
amistades se conservan por intermitencias, aquellas que aparecen cuando un
fuerte viento que aísla la densa niebla que frecuentemente me azara y me
introduce en mí mismo, esta niebla es enclaustrada en lo más recóndito de mi
cerebro liberando mi cuerpo de pesares y solo me permite ver la vida como un
servil sonreír ante las respuestas negadas. Cuando está fresca oleada de viento
me refresca así también se refresca mi ánimo, me muestro alegre, feliz y si
estamos de muy buen humor, algo coqueto y ¡cosa sorprendente! (ironía), uno cae
bien.
Últimamente hay
algo que me tensiona, Silencio, ese lúgubre vigía que me ha acompañado desde
varios años atrás decidió romper su rito milenario. Me solloza al oído como
gata herida cuyo aullido se hace insoportable; me tumbo en mi cama y se me sube
encima caminando de los pies a la cabeza para allí ,fijándose con sus filosas
uñas, revolver mis cabellos y mordisquear mi cráneo hasta hacerlo sangrar.
Desesperado decido pararme a respirar el aire citadino a través de mi balcón y
miles de murciélagos penetran y me arrastran al fondo de la habitación
elevándome un poco del suelo, choco bruscamente contra la pared de mi cuarto y
caigo desvanecido e inconsciente, solo minutos más tarde recupero el equilibrio
mental y miro al techo estucado que me escupe su blancura para luego abrirse en
un gesto tétrico e invadir la pieza de un humo espeso que llena mis pulmones
adormeciéndome poco a poco cerrando mis ojos pesadamente y es justo cuando te veo… ¡delirar
contigo! ¡Oh bella muerte furiosa, Reina de aquel reino de helmintos y pantanosos
paraderos! ¡Tuya sea mi alma! ¡Ay solitaria
dama toma mis huesos y fúndelos con los tuyos! Me sumerges en tristes
pensamientos, acurrucas mi ánimo y lo sometes a las migajas de los irrisorios placeres terrenales mientras
agoniza de inanición mi alma dolida. Solo queda dormir tirado en lecho cotidiano.
Así, entre
intermitencias y silencios, es que continuo escribiendo; continúo riendo e
imaginando diversas escenografías fétidas de dolor y desprecio, de placer y
moral, de mi vida y mi muerte. Elaborando la estrategia de una intermitencia
mucho más larga que me recupere o un silencio que me logre liberar, entre
silencio y soledad no sé si mis intermitencias son de felicidad o solo la utopía
del desdoblamiento de mi pensamiento para creer que hay algo que vale la pena.
(Una hermosa canción que no necesita dedicatoria, simplemente el pensamiento recorrerá las posibilidades)
Comentarios
Publicar un comentario