Adara y el asesinato del señor Gomez



Sangre baña tu rostro, empalaga tu cabello, sujetas ese inmenso cuchillo; acudo presuroso a tu auxilio mientras tus ojos me muestran la parte blanquecina que no te representa y pareces sorprendida al verme, estertores ¡estertores! abro tu boca asegurándome que no se obstruya tu respiración, mis manos se tiñen de rojo, siento el desespero de verte morir en ese instante. Recorro tu cuerpo en búsqueda de la herida, mas no encuentro nada, mi cuerpo es poseído por un escalofrió exasperante, no sé que hacer. Me esfuerzo por dejarte en una posición segura y me dirijo a mi cuarto en busca del alcohol y el algodón. Un momento ¿Qué es esto? Quedo estupefacto en la entrada a mi habitación, estoy allí, me veo allí, mi cuerpo desgonzado se halla posado sobre mi cama con brazos y piernas abiertas sumergido en una laguna de sangre que ya ha escurrido hasta el suelo y aun gotea por el barandal de la cama. Entonces ¿Quién soy? ¿Qué soy? Supero mi estado de anonadamiento un poco y me acerco a mi mismo, tengo miedo, cuatro puñaladas y un corte mortal; mi ombligo no esta, ha sido desfigurado; dos líneas rojizas develan los orificios a cada lado de mi abdomen justo donde terminan las costillas y un corte monstruoso en mi mejilla da la apariencia horrible de una segunda boca roja coagulada que pide auxilio ¡auxilio! Me acerco a mi, veo lo que mas me aborrece, empiezo a llorar, mi cuello ha sido dividido por un profundo corte transversal que aun sangra; automáticamente lo hago, me siento decidido a conocer la profundidad del corte: con lo que supongo es mi mano la sumerjo en mi cuello y noto tristemente con que frialdad fue destajado, logro sujetar mis vertebras aun conexas, el corte había sido lento pero firme, realizado deliberadamente. Siento espanto ¿Por qué me has asesinado Adara? No recuerdo nada. Mis manos gotean la sangre de mi cuerpo mientras me dirijo otra vez a ti cuando de pronto veo en el armario unos frascos color rojo que no reconozco como míos, calmantes, Diazepan, inmediatamente lo relaciono, en el momento que yo descubría mi cuerpo muerto el Diazepan dormía bruscamente tu organismo hasta inmiscuirse en la acción autónoma del sistema nervioso y detenerla totalmente. Me acerco a ti, me arrodillo ante tu cadáver e intento levantarte del suelo en un abrazo final pero esta vez no puedo, mis manos atraviesan tu cuerpo material, lloro, no paro de llorar; acerco mi rostro a la altura del tuyo(¡Tan apacible!) y beso tus carnosos labios ya pálidos, fríos y salpicados con un poco de sangre. Estoy solo, no sé que hacer ¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿Adara, por qué me has asesinado? Adara ¡oh Adara! Soy un espectro y tu donde estas, donde divaga lo que serias igual a lo que soy ¿Qué soy? ¡¿Por qué me has asesinado tan brutalmente?! Mi boca te llama, exige tu compañía, tu explicación ¿ahora que haré? ¡Adara! aparece y dame tu calor, renuévame en uno de nuestros besos mas sensibles ¡Adara! lo que soy exige tu presencia. Salgo de la casa horrorizado, corro, corro y no me canso de correr, mi condena es recordarte, mi condena es seguirte queriendo, mi condena es deambular buscando tu imagen mientras observo descomponer tu cuerpo lentamente en las caricias húmedas de los gusanos, en el sepulcro en el que ahora nos resguardamos tu cadáver y yo.

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