Don Luis,el de la 21
9:00 pm
Don Luis tiene 65 años de edad, su mirada vidriosa y los harapos
que lo visten reflejan una vida repleta de tropiezos y proezas, de sonrisas y
lamentos. Pero en este lugar deja de ser Don Luis, deja de ser padre, esposo e
hijo; ahora para el personal del Hospital San Rafael es el de la camilla 21 en
urgencias, el de la EPOC (Enfermedad pulmonar obstructiva crónica) y disfunción
renal, el molesto paciente al que hay que cambiarle el pañal y vaciar el
cystoflo cada vez que se llene de orina. Al que hay que verificarle el flujo de
oxigeno para que no encarte a las auxiliares con su cadáver.
Intento hablar con Don Luis pero me mira lastimero y noto
como la triste e inefable nostalgia de sus recuerdos le aprisiona las palabras
cuando le pregunto si viene con alguien, si alguien vendrá. Nadie lo hará. Se
encuentra solo en sus últimos momentos:
-Buenas tardes Don Luis, vamos a dar un paseo…le van a
tomar un examen.
-Ah bueno mijo, gracias.
Su voz tenue
coordina con la parsimonia de sus movimientos mas no con la agitación de su
respirar y la manera como se inflama su tórax al hacerlo. Hay que conectarle la
bala de oxigeno y trasladarlo: En el camino a rayos X le pregunto cosas, le
hago comentarios pero solo estertores me responden, comprendo que él no quiere
hablar, tan solo quiere dejar de ser molestia para los demás. Le toman la
radiografía y volvemos a urgencias:
-Muchas gracias
Don Luis, nos vemos mas tarde.
No responde.
11:35 pm
Estoy recostado sobre una pared cuando la dulce voz aguda de
Zury, la mujer de referencia, llama mi atención con las palabras tan repetidas
y conocidas <<Camillero solicitado en urgencias>>.Voy de inmediato:
- ¿Para que me necesitan?
-Hay que traer la camilla negra.
-¿Quién murió?
-El de la 21.
Así lo hago, voy hasta la morgue y saco la camilla negra en
la que se trasladan a los muertos. Me acerco hacia la camilla de Don Luis, la
21, mas su figura no aparece, lo que fuere su sabana ahora lo cubre
convirtiéndose en su mortaja sujeta por esparadrapos.
Ya con el cadáver de
Don Luis sobre la camilla negra y chirriante me dirijo a la morgue empujando de
nuevo el cuerpo pero esta vez me acompaña un grotesco nudo en la garganta,
empujo sus sueños, sus ideas, sus quimeras, todo lo que fue una vida que parece
ya no valer para nadie, empujo a Don Luis y por un momento aparece una imagen fija
en mi mente: Me observo envuelto en la mortaja mientras que otro YO me empuja
hacia la lúgubre cavidad de una nevera mortuoria en la que me deposito, donde
parece ser que ese YO que me empuja podría figurarse como mi alma (pensamiento)
la cual hoy día vaga por todo el hospital.
Pero no, vuelvo a la realidad: empujo a Don Luis para
depositarlo en la nevera en la que finalizó su soledad, en la que inicia su
descomposición.
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